Campesino amigo,
qué triste es tu vida.
Siempre trabajando,
se pasan tus días.
En cuanto amanece,
estás preparando arados
y yuntas estás enganchando.
Todo el día arriba y abajo.
Detrás de tu arado,
hasta que tu espalda
te deja encorvado.
Luego con tu azada
y tus propias manos,
cortando la tierra
para poder sembrar.
Ya está anocheciendo
y has terminado,
arrastras tus pies.
Te marchas cansado,
ahora esperas la semilla
que ya está brotando,
pensando si el tiempo,
será bueno o malo,
si vendrá la lluvia,
para poder regarlo,
o si el fuerte sol
te lo irá abrasando
y siempre del tiempo
estás preocupado,
pero el campo
es así ingrato.
No le importa nada
todo tu trabajo
y por eso amigo,
estoy de tu lado.
Yo soy campesina,
me crié en el campo
y a mi padre vi
siempre trabajando
para que comiéramos
todos mis hermanos.
Y aunque él haya muerto
yo sigo añorando
los hermosos años
que juntos pasamos
cuando yo le veía
a él trabajando
y a las mariposas
yo iba cazando.
Y cuando en la siesta
estaba cansado,
se tumbaba un rato
a mí me decía:
“Paloma, acuéstate un rato”
Yo esperaba
a que se durmiera
y mis mariposas
seguía cazando.
Ahora miro atrás.
Los años han pasado.
Él se fue para siempre,
no me he acostumbrado,
a vivir sin él,
le sigo añorando.
Por eso al campo
yo le quiero tanto,
porque en él pasé
mis mejores años.
Cuando estoy en él,
cierro mis ojos
y siento su voz
que me dice:
“Paloma, acuéstate un rato”.
Alba
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario